Cada vez más padres varones en contacto físico estrecho con sus hijas/as.

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9

abril

2024

6 minutos

No es que sea algo nuevo, pero desde hace unos años creo que se puede ver por las calles a más padres (me refiero a padres varones) que llevan a su hijo/a muy cerca de su cuerpo en esos dispositivos que permiten mantener un permanente contacto cuerpo a cuerpo. La verdad es que en realidad […]

No es que sea algo nuevo, pero desde hace unos años creo que se puede ver por las calles a más padres (me refiero a padres varones) que llevan a su hijo/a muy cerca de su cuerpo en esos dispositivos que permiten mantener un permanente contacto cuerpo a cuerpo.

La verdad es que en realidad en nuestras ciudades de España y de Europa el problema es que cada vez se ven menos niños y niñas recién nacidos. Pero ese es otro tema.

Lo que quisiera resaltar aquí y ahora es la observación de que cada vez parece mayor la implicación de los varones en establecer una interacción estrecha, cara a cara, cuerpo a cuerpo, mirada a mirada, voz a voz con sus bebés.

Es evidente que se trata de una buena noticia. Una excelente noticia. Esa interacción favorecerá el vínculo con el niño/a, permitirá que la criatura disponga de otra base de apego seguro (dando por supuesto que la tenga con su madre), ese vínculo permitirá una comunicación posterior con ese niño, niña y adolescente que muy probablemente será mucho más fácil, cercana y positiva para ambos.

Y otra gran noticia, los padres serán más felices. Disfrutar de ese baile construido a base de sincronía de miradas, de gestos, de sonidos, de contacto físico entre el padre y el niño hace la vida del niño y la vida del padre más satisfactoria, proporciona momentos íntimos de felicidad.

Pero, una vez dicho todo esto, me es inevitable (deformación profesional) hacerme la pregunta o las preguntas de siempre. ¿Qué nos dice la investigación sobre esto? ¿Una buena interacción con el padre, además de con la madre, produce efectos beneficiosos a medio o largo plazo? Y una pregunta básica: ¿los padres interaccionan con los bebés o niño/as de la misma manera que las madres? ¿y lo hacen de manera diferente dependiendo del género del hijo o hija?

Como en todo lo que uno se imagina, hay multitud de estudios y de investigaciones muy serias y rigurosas que han tratado de responder a estas preguntas. Si alguien tiene curiosidad, paso a resumir algunas de las cosas que la investigación nos ha permitido saber más allá del conocimiento anecdótico o personal que todos podemos tener. Me he centrado en los estudios de la persona que, quizá, mejor haya estudiado este tema en los últimos años: Ruth Feldman, que trabaja en la Bar-Illan University de Israel y la Yale University de USA. Adjunto, para quien quiera saber más sobre el tema, algunos artículos y la grabación de una entrevista en la que la profesora Feldman explica estos temas con una inmensa claridad.

Algunas cosas que sabemos:

  • Parece que la interacción del padre y de la madre con sus hijos/as se desarrolla y se activa en base a diferentes procesos neurológicos. Esto parece interesante. En el cerebro de la madre se activan primero los sistemas más primitivos de los mamíferos, se parte desde el sistema límbico y desde esos núcleos “más afectivos”, se activan las conductas de interacción y los mecanismos que movilizan la especialísima sensibilidad y accesibilidad que caracteriza a este único tipo de relación. En el caso de los padres se llega al mismo sitio: la misma capacidad de movilizar conductas de interacción que reflejan un elevadísimo grado de sensibilidad y accesibilidad. Pero el proceso de activación neurológica parece que es diferente. Se parte de la activación de zonas del cerebro más relacionadas con aspectos cognitivos (¿por qué llora?, ¿qué necesita?, ¿tiene hambre?) y se va evolucionando hacia la movilización de otras zonas del cerebro que permiten alcanzar esa sincronía, ese baile de miradas y sonidos que constituyen la interacción temprana con un bebé.
  • En un estudio llevado a cabo con 35 padres y sus bebés, Ruth Feldman estudió la interacción padre-hijo y midió la sincronía como la coordinación entre su mirada, afecto y vocalizaciones. Midió el nivel de testorena (T) de estos padres (en saliva). Los resultados indican que una T basal más baja correlaciona con una interacción de mayor sincronía entre el padre y el bebé. Además, a un subgrupo de padres se les administró oxitocina por vía nasal (al otro grupo, placebo). La administración de oxitocina alteró la producción de testosterona en los padres. Esto no ocurrió en el grupo de placebo. El cambio inducido por la oxitocina en los niveles de testosterona se correlacionó con los comportamientos sociales de padres e hijos, incluido el afecto positivo, la mirada social, el tacto y la sincronía vocal. Curioso, no?
  • Y otro detalle interesante. En varios estudios que analizan la interacción madre-hijo/a y padre-hijo/a llevados a cabo con padres y madres de diferentes orígenes culturales, Feldman pudo demostrar que el tipo de interacción que establece un padre con su hijo/a es diferente en algunos aspectos al tipo de interacción que establece la madre. Por resumirlo con un ejemplo (entre otros muchos) con un comportamiento que casi todos podamos identificar. Las madres interaccionan más frecuentemente con el niño/a mirando hacia la cara de ella y los padres interaccionan más veces con el niño/a mirando en dirección contraria, es decir, en la misma dirección que el padre y orientados hacia “el exterior”, “hacia el mundo”. Y más todavía, los padres tienden a llevar a cabo interacciones de una mayor actividad, con un mayor movimiento del niño/a que las que llevan a cabo las madres. Incluso, pueden considerarse algo más “arriesgadas”. Por decirlo de manera que todos entendamos: el padre tiende más a “echar al niño al aire y dejarlo caer en sus brazos y recogerlo”. Las madres tienden menos a ese tipo de interacciones. Y las investigaciones llevadas a cabo sobre este asunto, confirman que esto ocurre en padres y madres de diferentes culturas.
  • Y quizá lo más importante: los estudios de seguimiento de estos niños/as señalan que los niños y niñas en los que se da una interacción de mayor sincronía con su padre y su madre y en los que los padres interaccionan de manera diferente que las madres presentan en edades posteriores mejores indicadores en varias características de tipo cognitivo y emocional.

Así que tenemos muy buenas noticias. Es cada vez más frecuente que los padres interaccionen de manera íntima con sus bebés. Es normal, adecuado y esperable que el tipo de interacción de padres y madres no sea idéntica. Y hay evidencias que señalan las ventajas de que el niño/a tenga la oportunidad de interaccionar tanto con su madre como con su padre…..

https://www.youtube.com/watch?v=uwtmIYSqn7A

https://childandfamilyblog.com/fatherhood-neuroscience-biology/